LA SEÑORITA PERINI: UNA MUERTE QUE QUEDÓ EN LA HISTORIA

Con la curiosidad propia de los adolescentes y siendo alumnos de "La Normal" (Escuela Normal Manuel.F. Mantilla) siempre tuvimos curiosidad de conocer que había pasado con la directora Perini. Sin querer le dedicabamos horas de recreo y conclusiones casi literarias.

Un caso policial que la única diferencia que tuvo con una novela de Agatha Christie fue su esclarecimiento.

La víctima del brutal ataque fue la señorita Maria Inés Perini Costa. Una mujer soltera de 48 años de edad que en 1959 ocupó la vicedirección del establecimiento. Tres años después, quedó vacante la dirección y pasó a desempeñar ese cargo de forma interina.

Sin embargo, a fines de 1963, presentó a la Junta de Calificaciones del Ministerio de Educación, una solicitud para ser trasladada a la Escuela Normal de Corrientes. Se ignoran las causas por las cuales formuló ese pedido.

La profesora ocupaba como vivienda una casa ubicada el la misma manzana (Juan Pujol 1316,frente a Petromer). En la misma cuadra del edificio, que ocupa una manzana, pero a cien metros ( Juan Pujol y J. Alfredo Ferreyra) se encontraba la casa del mayordomo del establecimiento, Manuel Rogelio Schaffer.

En la tarde del viernes 25 de junio de 1965, la directora había concurrido al domicilio de Eduardo Barnada, con motivo de su cumpleaños.

A las 20:00 Hs. se retiró para participar de una reunión social, en la municipalidad de Mercedes, a la que había sido especialmente invitada junto a otros profesores. La misma se prolongó hasta pasadas las 23:00Hs, momento en que la señorita directora regresó a su domicilio.

Esa fue la última vez que se la vio con vida.

Todas las mañanas, en horas temprana, llegaba a la vivienda una mucama para efectuar la limpieza; la mujer no tenía llave, de manera que golpeaba la puerta y esperaba a que la señorita Perini le abriera. Habían convenido, que en el caso de que aquella no concurriera a la entrada, era señal que ese día no necesitaba de sus servicios, de modo que la misma podía retirarse.

En la mañana del sábado, del domingo y del lunes, la mucama había concurrido como de costumbre a la vivienda pero al no obtener repuesta a su llamado, se retiraba.

Ese fin de semana, algunos conocidos la llamaron por teléfono, como lo hacían a menudo, pero Perini no respondió a ninguno. Pensaron que la señorita se hallaba en casa de sus amistades; de manera que no se preocuparon.

El lunes 28, la secretaria se sorprendió por la tardanza de la directora. Solía concurrir muy temprano a su despacho; pero esa mañana pasaba el tiempo y no se hacía presente. Algo extrañada, comunicó la novedad al subdirector Alberto Romero, quien preguntó entre las amistades de la directora por su paradero pero estas dijeron no haberla visto.

Se pensó que podría haberse ausentado de la ciudad en un imprevisto viaje; pero pronto se descartó esa posibilidad ya que ella avisaría de la misma manera que lo hacía cuando, por alguna enfermedad, no podía concurrir a la escuela.

Dada la situación, las autoridades Institucionaled y varios ordenanzas se trasladaron a la vivienda de la directora para averiguar que ocurría.

Llamaron pero nadie respondió; la puerta estaba cerrada con llave y observaron que las luces del piso superior estaban prendidas.

El mayordomo Schaffer y el ordenanza Pauli, con la autorización del subdirector Romero, treparon hasta una de las ventanas, rompieron el vidrio e ingresaron a la planta alta.

La ventana permitió acceder a un pasillo que, a su vez conducía al dormitorio; allí t odo estaba en su lugar.

Bajaron por la escalinata y al pie de esta, yacía el cuerpo de la señorita Perini.

Una gran mancha de sangre seca, manchaba el piso en torno a su cabeza. Las paredes, la estufa y algunos muebles del vestíbulo también presentaban manchas de sangre.

Posteriormente se comprobó que el asesino había limpiado los lugares donde pudieron quedar huellas. El cráneo de la víctima había sido prácticamente machacado a golpes con algún objeto contundente que no fue hallado.

Con posterioridad, también se comprobó que faltaba una estatua de bronce del Quijote, que pudo ser el arma homicida.

Perini vestía las mismas ropas que llevaba en la noche del viernes en las reuniones donde había concurrido; mantenía apretada contra su pecho la cartera y aferraba con la mano derecha sus anteojos.

No había indicios de lucha y todo estaba en orden en la casa; no parecía que los muebles hubieran sido revisados ni tampoco que faltara algo.

Era evidente también que no revisaron la cartera, la cual quedó debajo del cuerpo de la víctima. Además ésta tenía encima algunas joyas y una suma de dinero.

Finalmente la autopsia determinó que la muerte databa de las últimas horas de la noche del viernes.

El hecho de que llevaba la misma ropa con la que habían visto por última vez hizo conjeturar en que fue ultimada a poco de regresar a su domicilio.

Llamó la atención el feroz ensañamiento con que obró el criminal, ya que el cráneo quedó completamente destrozado.

La policía investigó a fondo e interrogó a todas las amistades de la víctima pero a pesar de haber tenido sospechosos, el caso quedó impune.

(Fuentes varias)

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